Después de dos meses largos y estressantes por fin pude disfrutar de un fin de semana tranquilo y culinario. Lo necesitaba. Esta primera foto es de la cena marroquí que preparamos el viernes por la noche. Celebrabamos el fin de curso en el patio del cole, al aire libre, y este año se nos ocurrió, partiendo de que los niños han estado estudiando intensamente el continente africano, hacer una cena marroquí. La decoramos con esmero y preparamos platos típicos de la gastronomía de marruecos: un tajine, un tabouleh, una pastela, dedos de novia...
A mí me tocó preparar la pastela, que me quedó así de bonita.
Sigo en la búsqueda de la receta de la pastela perfecta. La he hecho como 5 o 6 veces en estos últimos dos años, cada vez siguiendo una receta diferente y aunque unas veces me ha salido mejor que otras no me doy por satisfecha, tengo que encontrar la receta con la que preparar la pastela más exquisita del mundo. Por cierto, se admiten propuestas...
Y ya para finalizar el fin de semana y aprovechando que él domingo me quedaba todo el día sola en casa invité a una amiga a venir, con su libro de pestos. Lo primero que hicimos fue elegir las recetas, partiendo de los ingredientes que había por la nevera (me muero si mi nevera no está siempre repleta!), lo segundo abrir una botella de vino, y lo siguiente empezar a difrutar de la magia de la cocina. Vino, risas, recetas, confidencias, planes, una comida pausada... y domingo perfecto conseguido.
Preparamos unas torres de calabacin con pesto de romero y tomate (espectaculares) y un pesto de almedras y azafrán a la naranja que quitaba el sentido.
Os paso las recetas esta semana.